A la hora de valorar las cosas, se manejan dos conceptos opuestos: bueno y malo. Lo bueno es todo aquello que nos parece positivo para la consecución de un fin y lo malo es precisamente lo contrario.
Bueno y malo tienen palabras sinónimas. Perjudicial es, precisamente, un sinónimo de malo. Hay otros sinónimos de malo: negativo, pernicioso, nocivo, lesivo o dañino. Cada sinónimo tiene algún matiz en su significado que hace que sea ligeramente diferente a la palabra de la cual es sinónimo. Es lo que sucede con perjudicial, que significa malo, pero con alguna puntualización.
Lo perjudicial es aquello que provoca un efecto negativo en algo. Su negatividad no es subjetiva, ni se trata de una valoración personal más o menos admisible. Algo es perjudicial si de manera objetiva provoca un efecto dañino en algo o alguien. El componente objetivo ( medible y observable ) es el matiz que existe en el término perjudicial,
En relación a la salud hay alimentos o sustancias que son claramente perjudiciales: el tabaco, el alcohol, el exceso de grasa y de sal y, de igual manera, todo aquel alimento que en dosis exageradas origina contraindicaciones para el organismo.
Hay muchas circunstancias en las que es importante conocer los elementos perjudiciales que pueden intervenir: en la conducción, en situaciones de riesgo o en relación con el equilibrio medioambiental. Se podría decir que una realidad tiene siempre aquello que le beneficia y lo que la perjudica.
Normalmente, todos sabemos o tenemos una idea muy aproximada de lo que resulta perjudicial. No es difícil saberlo porque resulta casi evidente. Pongamos el ejemplo de la conducción. Si se realiza a una velocidad excesiva, es obvio que puede ser muy perjudicial. Pero, hay una cuestión interesante al respecto. Si sabemos que ciertas cosas son perjudiciales, ¿ por qué las hacemos ? No hay una respuesta fácil, sólo algunas hipótesis: creemos que nada malo nos puede pasar y las desgracias ocurren a los demás y hay otra posibilidad algo más compleja: tenemos una atracción por lo negativo. Esta idea es la que mantenía Freud con el binomio eros y tánatos. El eros es el impulso hacia lo positivo de la vida y el tánatos hacia lo que la destruye. Se trata de dos fuerzas instintivas del ser humano y ambas actúan en cada uno de nosotros. Esto explica por qué hacemos cosas que nos benefician y otras que nos perjudican.