La misoginia se define como el odio o aversión a las mujeres, y por ende, a todo aquello relacionado tradicionalmente con el mundo femenino. A día de hoy, al igual que sucede con la homofobia o el racismo, la misoginia es estudiada como un trastorno del comportamiento, perteneciendo a la esfera individual y no a la colectiva.
Pensamiento y misoginia
Desde un punto de vista etimológico, las raíces del término misoginia se encuentran en el griego, pudiendo dividirse en los componentes léxicos: miso (yo odio) y gyne (mujer), a los que se añade el sufijo –ia, que refleja una cualidad o acción.
Su origen se entronca directamente con diversos mitos griegos como el de la esfinge (ese ser mitológico con cuerpo de león, alas de pájaro y rostro de mujer) que era una encarnación del demonio, así como de la mala suerte y la destrucción.
Posteriormente, el catolicismo también fomentó la misoginia a través de la implantación de Adán y Eva, donde la mujer es la pecadora original y por cuyas acciones los hombres fueron expulsados del Paraíso. Contribuyendo de esta manera a aumentar el desprecio hacia las mujeres y todo lo femenino.
La misoginia es un sentimiento fomentado durante siglos, y por tanto, ha tenido un fuerte arraigo en las relaciones humanas de algunas sociedades y que han establecido mitos y creencias asociando a la mujer como origen de todos los males.
Misoginia y machismo
Es importante señalar, que a diferencia del caso del machismo, la persona misógina no intenta establecer una situación de dominancia sobre las mujeres, sino que su odio es tal que pretende eliminar cualquier relación son el sexo femenino.
El hombre machista no pretende eliminar de su círculo de relaciones a la mujer, sino imponerse sobre ella, considerándola inferior en sus capacidades, pero capaz de jugar un papel en su existencia.
El problema radica en que este papel es totalmente subordinado y debe plegarse por completo a los intereses del hombre
El machismo considera a la mujer apta para dar satisfacción sexual, ser madre, cuidar de sus hijos y realizar tareas básicas que requieren poca cualificación, y exige de éstas una actitud sumisa.
La misoginia se traduce en la total ausencia del elemento femenino en la vida del hombre. Ambos conceptos comparten una visión negativa de la mujer aunque en un caso es más acusado que en el otro.
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