En la Mitología Romana, la guerra, tenía un sinónimo y ese era Marte, dios absoluto de la guerra, y por tanto es que se lo representaba como un auténtico guerrero romano: con armadura, lanza, espada y un yelmo encrestado.
La lanza ostentaba un significado especial, ya que era su instrumento por excelencia; así como por ejemplo Júpiter manipulaba el rayo.
En tanto, había dos símbolos que lo acompañaban indefectiblemente: el pájaro carpintero y el lobo.
Cabe destacar, que en un comienzo, los romanos, identificaban a Marte con la fertilidad, el ganado y la vegetación, por lo tanto, se lo considera el dios de estas cuestiones, sin embargo, luego, se transformó esa creencia y Marte pasó a ser considerado por una inmensa mayoría como el Dios de la guerra.
Por esta razón es que en la mayoría de las representaciones que hay de él está vinculado a la guerra o a situaciones afines a la misma.
Como buen representante de las batallas, antes de cada disputa, los romanos, le ofrecían sacrificios para que por supuesto los ayudase a salir victoriosos en el conflicto bélico en cuestión.
Los espacios en los cuales eran adorados estos dioses eran los templos, y Marte supo ostentar una gran cantidad de altares en diferentes zonas en las cuales los romanos rendían homenaje, pleitesía y se sacrificaban para lograr el tan preciado anhelo.
Entre ellos se destacan el Templo de Roma que compartía con otros dos dioses, Júpiter y Quirino, luego el templo de Mars Ultor, en el Foro Agustino, el Templo de Mars Gradivus, en la Puerta Capena de Roma, que era el lugar en el cual el ejército romano se reunía antes de partir hacia la guerra y el Campo de Marte.
Respecto de su descendencia, Marte, tuvo dos hijos con Venus (la diosa del amor): Fuga y Timor (la representación del miedo).
Como toda deidad romana, Marte, también ha tenido su equivalente en la otra famosa mitología de la antigüedad, la griega (Ares) y de la cual, a apropósito muchos de los dioses romanos se han inspirado…
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