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- 10/01/2011
Nació en la localidad bonaerense de Ramos Mejía, en el seno de una familia de clase media, que combinó una ecléctica mezcla de ascendencias: andaluza, irlandesa e inglesa.
Según confesó alguna vez, su infancia transcurrió entre el rigor que imponía la educación escolar de aquellos tiempos, la libertad que se respiraba en su hogar, y la cercanía con el mundillo artístico a través de los incipientes medios de comunicación masiva, que empezaba a atraerla en demasía.
Cuando llegó el momento de decidir su futura escuela secundaria, el arte talló fuerte en ella, e ingresó a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, donde se recibió de profesora de dibujo y pintura.
Hacia los 14 años comenzó su vínculo profesional con la escritura, publicando poemas en selectos medios gráficos como el diario La nación, la revista Sur de Victoria Ocampo, y Los Anales de Jorge Luis Borges.
Publicó su primer libro: Otoño Imperdonable, con el cual causa sensación y admiración entre colegas de renombre como Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez (autor de Platero y yo) quien la invitó a pasar una estadía de seis meses en Estados Unidos.
Sobre esta última experiencia, tiempo después, la cantautora reconoció que fue muy difícil a razón de las presiones y cuestionamientos personales y profesionales que recibió del autor y Premio Nobel español.
“Otoño…” constituyó un hecho bisagra en su carrera porque con él se dio a conocer como poetisa; lo publicó en una edición que ella mismo pagó, cuando tenía tan solo 17 años.
Está compuesto por una selección de poemas que fue acumulando desde su adolescencia.
Cansada de la monotonía y los enfrentamientos políticos de su país, decidió emigrar a Europa, junto a su amiga y colega, Leda Valladares, con quien conformó un dúo que realizó shows musicales con canciones típicas del norte argentino.
La relación trascendió los límites profesionales y fue uno de sus grandes amores…
Comenzó a escribir sus primeros poemas infantiles, que asimismo musicalizó, y a los que además tiñó, de humor absurdo y sentido del juego, para no irse jamás de la memoria popular de millones de niños.
Al mismo tiempo que empieza a cerrar el capítulo de su vida profesional y personal con Leda Valladares abre otro, con la directoria de cine y televisión: María Herminia Avellaneda, quien la impulsó a escribir libretos para teleteatros y programas infantiles.
Editó una de sus obras culmines: Canciones para mirar, un conjunto de cuadros musicales acompañados y conectados por monólogos.
A partir de mediados de la década del sesenta se dedica casi por completo a su exitosa carrera como cantautora.
Estrenó su espectáculo de canciones para adultos: Juguemos en el mundo, que se convirtió en el acontecimiento cultural del año por la enorme influencia que tuvo en la canción popular argentina, movimiento que también integraron artistas de la talla de Mercedes Sosa, Nacha Guevara, Astor Piazzolla, El Cuarteto Zupay, Alberto Favero, entre otros.
Padeció, como muchos otros artistas que hicieron de la libertad su bandera, la censura y la persecución ejercida por la dictadura militar, y por caso se volvió un objetivo fácil y preciado de estos personajes nefastos, que repudiaban todo cuanto tuviese que ver con la creatividad y la libertad de expresión, algo que María Elena reflejaba en su máximo esplendor.
Como no podía ser de otro modo, asumió una actitud de valentía frente a la adversidad política y en 1978, en pleno desarrollo del Mundial de Fútbol en Argentina, decidió no componer ni cantar más en público, en señal de protesta.
Incluso, muchas de sus canciones se convirtieron en himnos contra los militares y sus tropelías.
Enfermó de cáncer; para esta época ya estaba en pareja con la fotógrafa argentina Sara Facio, quien sería su compañera hasta el final de sus días.
Con la restauración de la democracia fue convocada por la Asociación Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) y ocupó un cargo de gran relevancia en el Departamento Cultural.
Regresó al universo infantil con la inolvidable Manuelita, ¿dónde vas?
Recibió infinidad de distinciones y premios: ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires, Premio Konex de Platino, y de Honor en letras.
Su última pareja, Sara Facio, creó la Fundación María Elena Walsh, cuyo objetivo fundacional es preservar y difundir la obra literaria y musical de la artista, además de resguardar su memoria, apoyar el estudio y el perfeccionamiento de personas con inquietudes artísticas.
Falleció en Buenos Aires, a los 80 años de edad, a causa de un cáncer de pulmón.