Las Cárites son a instancias de la mitología griega aquellas diosas que encarnaban cualidades puntuales.
Eran hijas de Zeus y de la oceánide Eurínome y la historia destaca especialmente a tres: la más pequeña de las hermanas era Aglaya, a la que consideraban como la más linda y por eso además de encarnar la belleza le tocó simbolizar otras cuestiones como ser la inteligencia, la creatividad y la intuición de la razón.
Luego le seguía Eufrósine, la del medio y la que representaba la alegría. Y finalmente Talia que indicaba la prosperidad.
El río costero griego conocido como río Cefiso era el lugar que se había consagrado a la adoración de las gracias y por tanto está íntimamente vinculado a ellas y a las festividades que se llevaban a cabo en conmemoración de las mismas, las caritesias o caricias. Estas celebraciones consistían en dar las gracias y se preparaba un banquete especial en el que el plato excluyente era una torta de miel que se comía en honor de las Cárites.
Tal como sucede con casi todos los dioses de la mitología griega, luego, la civilización y cultura romanas los adaptaron a sus costumbres, cambiando sus nombres y en otros casos, como con las Cárites, en las que las Gracias en lugar de representar cualidades como la belleza, la alegría y la prosperidad, se ocuparon de representar a los diferentes tipos de mujeres que se hallaban en esa sociedad: Castitas (virgen), Voluptas (amante) y Pulchritude (esposa).
Las cárites estuvieron siempre muy presentes en el arte pictórico y fueron la inspiración y las protagonistas de las obras de diversos y notables artistas plásticos, entre ellos: Rafael, Rubens, Van Loo, entre otros.