Como casi todos los que nos interesamos por la historia sabemos que la gran obsesión que dominó parte de la vida del rey de Inglaterra Enrique VIII fue la de conseguir el tan ansiado heredero, incluso, ese afán lo llevó a casarse varias veces y hasta rompió lazos con la Iglesia Católica provocando un enorme cisma en aquel tiempo.
En tanto, Juana Seymour o Jane Seymour, fue en orden cronológico su tercera esposa y la que le daría al heredero y futuro rey Eduardo VI.
Juana nació en el año 1509 y como fue una constante en la mayoría de las esposas del rey Enrique VIII, antes de convertirse en reina consorte, Juana, se desempeñó como dama de compañía y asistente de sus anteriores esposas, Catalina de Aragón y luego Ana Bolena.
Desde ese lugar tan cercano captaría la atención del monarca.
Cuando al rey se le metió en la cabeza casarse con Juana se las ingenió para sacarse de encima a la predecesora en el “cargo”, Ana Bolena, acusándola de adulterio y mandándola a la horca tras el proceso.
Luego de la ejecución el camino quedó limpio y entonces Juana y Enrique contrajeron enlace en el Palacio de York el 30 de mayo del año 1536.
Al año siguiente se produce la gran noticia, llega el ansiado heredero de la mano de Jane.
La historia cuenta que el embarazo convirtió a Juana en una mujer hiper golosa que llegó a engordar tanto que debieron arreglarle los talles de todos sus vestidos.
También cuentan que los huevos de perdiz se convirtieron en su perdición y entonces Enrique VIII mandaba a traerlos de donde fuese para satisfacer los deseos de su esposa y madre de su heredero.
Lamentablemente, Juana, no pudo ver crecer al heredero ya que doce días después de haberlo dado a luz falleció a causa de fiebre puerperal, era un 24 de octubre del año 1537.
Tras su muerte el rey se casará con Ana Cleves con quien también mantendría una muy breve unión marital.
En su corto paso por palacio, Juana, procuró especialmente diferenciarse de su antecesora Ana Bolena y propuso un trato y una moda muy formal.