Biografía de Juana de Arco

Nació en la ciudad de Domremy en Francia, en el seno de una familia de campesinos. Tuvo dos hermanos mayores y una hermana y hermano menores. Su padre fue agricultor y todos los hijos aprendieron y siguieron su oficio.

Recibió la primera revelación divina cuando se encontraba en el jardín de su casa. Dicha visión le pidió que lidere a sus compatriotas en la guerra contra los ingleses para asegurar la coronación del entonces delfín Carlos VII, quien reinó entre los años 1422 y 1461.

Se le aparecieron San Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita en el jardín y le ordenaron que expulse a los ingleses de su suelo y que ayudase a coronar al delfín.

Cuando anticipó la derrota de Francia en el asedio de Orleans demostró que en efecto contaba con poderes divinos.

La Guerra de los Cien Años fue un conflicto bélico entre Francia e Inglaterra con motivo de la sucesión del trono francés. Guillermo, el conquistador encabezó la toma normanda a mediados del siglo XI, estableció una monarquía francesa y gobernó Inglaterra entre los años 1066 y 1087. Sus sucesores continuaron disponiendo de propiedades e intereses en Francia, desconociendo la figura del rey francés.

En 1328, Carlos IV de Francia, que gobernó el territorio entre 1322 y 1328, falleció sin dejar herederos, y su hermana, Isabel, reclamó el trono para su hijo Eduardo III. Se le negó la petición por ser mujer y el trono se entregó al primo de Carlos, Felipe VI. La pelea entre estos dos reyes desencadenó la larguísima guerra, que, si bien no fue continua, sí implicó una serie de incursiones militares, desarrolladas casi todas en territorio francés. Por su extensión, el conflicto fue dividido en etapas, en tanto, la aparición de Juana se encuadró en la última parte, entre 1415 y 1453.

Las sucesivas y varias victorias inglesas le reportaron una gran ventaja a Inglaterra, sin embargo, la aparición de Juana y sus visiones revirtieron la suerte del monarca francés.

Se apersonó ante el capitán de guarnición francés De Baudricourt y le solicitó entrevistarse con el delfín para contarle su visión. Pasados unos meses, el militar aceptó y la llevaron ante el delfín.

Sin embargo, le tendieron varias trampas para confundirla y poder determinar si en efecto decía la verdad: el delfín se vistió como un cortesano y uno de estos se hizo pasar por él; Juana lo descubrió y finalmente lo convenció de su autenticidad cuando le reprodujo dichos que le había confiado a Dios en sus oraciones.

Tras descartar que se trataba de una bruja que buscaba hechizarlo, y comprobar sus dichos, fue reconocida como cristiana ortodoxa.

Las profecías que anticiparon la llegada de una joven que ataviada en una armadura salvaría Francia se cumplió con creces. Viajó con el ejército a Orleans y la recibieron con honores.

En mayo de ese año los franceses lograron romper el asedio inglés gracias a la proposición de las tácticas de Juana. Por otro lado, desplegó un rol de sostén del ejército.

Reunió tropas, las lideró y les propinó un duro golpe a los ingleses en San Loup. Poco a poco fue destruyendo el asedio. En uno de los combates fue herida en el pecho. Nueve días después de su intervención el sitio de Orleans se levantó. Carlos fue ungido rey en Reims, en julio de este año.

Inició y encabezó una campaña para promover la coronación de Carlos VII en Reims, sin embargo, se encontró con variados obstáculos, especialmente de las autoridades borgoñesas, aliadas de Reino Unido, y, por otra parte, su condición de mujer y juventud que influyeron en que muchos desestimen su plan. Pensaban que era una inexperta en temas militares y además una mujer no se inmiscuía en esos temas de estado.

A pesar de lo dicho, la victoria de Orleans le hizo ganar adeptos y se aceptó su propuesta. Lograron importantes triunfos en Jargeau, Patay, Meung y Beaugency, entre otras.

Los borgoñones terminaron rindiéndose ante los franceses y Carlos VII fue coronado monarca en la catedral de Reims con ella a su lado.

Fue capturada en la ciudad de Rouen por los borgoñeses, aliados de los ingleses, y luego vendida. Los ingleses se encontraron en una encrucijada: enjuiciar a una mujer que aseguraba servirle a Dios, pero por otra parte, si no lo hacían, ello significaría, en caso de decir la verdad, la victoria francesa y que Dios estaba de parte de ellos.

Fue condenada como hereje y sentenciada a ser quemada en la hoguera.

El proceso en su contra estuvo viciado de irregularidades: fue retenida en una cárcel común y no en una eclesiástica donde hubiese sido mejor tratada por mujeres y no por guardias masculinos abusivos como le pasó. Los clérigos que se negaron a testificar en su contra fueron amenazados y entonces terminaron optando por mentir.

El único objetivo del juicio fue declararla culpable de cometer herejía y así poder asesinarla.

Fue quemada en la hoguera de Rouen y como palabras finales evocó a Jesús. Para cerciorarse de su muerte, el tribunal, determinó que el cadáver fuese quemado dos veces más y sus cenizas se arrojaron al río Sena. Tenía 19 años.

Se revisó su juicio y se lo declaró inválido. Su madre fue una de las personas que más lucho por conseguirlo; su padre falleció de tristeza al poco tiempo que ella fue asesinada.

Una cuestión curiosa y singular alrededor de su muerte se produjo poco tiempo después. Sus hermanos Pierre y Jean presentaron a una mujer llamada Jeanne como Juana. Hicieron creerle a todo el mundo, inclusive al rey, que seguía viva gracias a que pudo escaparse. Lucraron bastante con la mentira hasta que finalmente fueron descubiertos. No sufrieron demasiadas consecuencias. Ni siquiera se les quitó los títulos nobiliarios que se le entregaron a su familia tras su muerte.

Fue exonerada y proclamada mártir.

Fue beatificada en la Catedral de Notre Dame por el Papa Pío X.

Fue canonizada en la Basílica de San Pedro por el Papa Benedicto XV.