Jehová es el nombre propio empleado en la Biblia para denominar a la deidad suprema de las religiones judeocristianas, o sea Dios.
El antiguo testamento, escrito en hebreo antiguo no usaba vocales, por lo tanto, el nombre con el cual se lo denominaba a Dios era a través de las siguientes consonantes: YHVH, que se pronunciaba como yavé.
Cabe destacar, que Yavé, Jehová, así como Yahweh, Yahvé, Iehová, Jehovah y Jah , son algunas de las denominaciones más empleadas para designar a Dios.
En tanto, para las religiones judeocristianas, Jehová, es el absoluto responsable de la creación, de todo cuanto habita en el mundo, y además se ocupa de supervisar todo cuanto acontece en el universo.
Aunque, en lo mencionado no se agota la mano de Dios, ya que él en si mismo supone el camino a la salvación y a la vida eterna.
Por su enorme amor a los hombres y por su misericordia, Dios, hizo que su hijo, Jesús, se hiciese un hombre de carne y hueso, para así recalar en la tierra y salvar a la humanidad del pecado original.
Dios, que es hijo, padre y espíritu santo al mismo tiempo, fue capaz de sufrir el dolor físico más grande con la misión de salvar a todos los hombres del pecado.
Cabe destacar, que ha sido el Cristianismo, la primera religión monoteísta en concebir a Dios como una especie de observador que se halla por fuera del mundo; Dios nos observa en las alturas y cuando queramos, a través de la oración, es posible entrar en contacto directo con él.
Entre los atributos más destacados que se le atribuyen a Jehová, se cuentan: omnipotencia (poder sin límites, infinito e inagotable), omnipresencia (capacidad de estar presente en todos los lados simultáneamente), omnisciencia (la facultad de saberlo todo o saber todo lo que se necesita saber en un determinado contexto), omnibenevolencia (disponer de buena voluntad en todo), simplicidad divina (Dios no posee partes) y existencia eterna y necesaria.