Henry Cavendish fue uno de los físicos y químicos más notables de la segunda mitad del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX.
Fueron variados los temas que investigó y también los aportes que le dejó tanto a la física como a la química.
Entre los más destacados se cuentan la detección en el aire tanto de dióxido de carbono como de hidrógeno.
Cavendish nació en la ciudad de Niza, en Francia, el 10 de octubre del año 1731, sin embargo, sus raíces eran inglesas, más precisamente de la nobleza, porque sus padres eran el duque de Devonshire, Lord Charles Cavendish y la aristócrata Lady Ann Gray.
Su formación se llevaría a cabo primero en la Escuela de Newcome y a los 18 años se inscribió en la prestigiosa Universidad de Cambridge.
En tanto, sus amplios conocimientos en física y matemáticas los obtendría durante su estadía en Francia.
En el año 1773, al heredar la fortuna de su tío Lord George Cavendish, Henry, se convertirá en uno de los hombres más acaudalados de la época, pero en lo que respecta a sus intereses y a su vocación nada cambiaría y continuaría abocado a la investigación científica, a la cual, a propósito, dedicaría prácticamente toda su vida.
Ahora bien, en lo que respecta a su legado el mismo se destaca en diversas cuestiones como ser: descubriría que el aire es el resultado de la mezcla entre oxígeno y nitrógeno, demostró que el agua era un compuesto y no tan solo un elemento como se creía.
En materia de electricidad también introdujo importantes avances al conseguir la medición de la capacitancia y adelantar la ley de Ohm.
En el estudio de nuestro planeta también consiguió grandes noticias porque pudo determinar tanto la masa como la densidad del planeta a partir de un elemento de su creación: la balanza de torsión.
En el plano personal, Cavendish, se caracterizó por su perfil poco social y tímido, además, el tartamudeo que padecía contribuyó a ese alejamiento de la sociedad ya a la decision de no casarse.
Muchos incluso lo indican como un gran misógino.
Falleció en la ciudad de Londres, el 24 de febrero del año 1810, a los 78 años dejando una enorme cantidad de escritos e investigaciones y una millonaria herencia.
En su honor existe una cátedra con su nombre en la Universidad de Cambridge.