En este espacio, generalmente, nos encontramos con diversos hombres y mujeres que han dado y sacrificado su propia vida en pos de la consecución de algún objetivo y misión…
En tanto, a continuación nos ocuparemos de la historia de un hombre que se hizo célebre por su particular creación y especialmente porque el día que arriesgó su propio pellejo para probarla murió a causa de ella…
Franz Reichelt o también conocido como François Reichelt, supo ser un sastre que mezclaba raíces francesas y austríacas, y que a comienzos del siglo pasado, cuando ya gozaba de un notable prestigio a causa de su actividad, en Francia, decidió dar un paso más allá y crear un traje, símil a un paracaídas, con el cual los individuos podrían saltar al vacío desde un lugar con altura y descender de modo lento gracias al traje.
Lamentablemente, Reichelt, nada de esto pudo probar, sino más bien todo lo contrario, ya que cuando se calzó el traje ante una multitud que se congregó para apreciar con sus propios ojos tan increíble decisión, cayó al suelo y resultó mortalmente herido.
Obsesionado de alguna manera con la invención de este traje-paracaídas, Reichelt, estudió detalladamente algunos diseños del artista italiano del Renacimiento Leonardo Da Vinci y tras ello ideó su peculiar invento.
Una vez que el ropaje fue una realidad, Reichelt, lo probó con un muñeco al cual arrojó desde el punto más alto de la Torre Eiffel de Francia, que por aquella época marcaba todo un hito en tema de altura, ya que era la estructura más alta.
El experimento falló en su fin, dado que el muñeco colisionó directa y violentamente contra el suelo.
En aquel momento, Reichelt, pensó y afirmó que se debía a que el muñeco no podía mover sus brazos, entonces, decidió que un ser de carne y hueso, que moviese sus extremidades, probase su creación, y claro, nada mejor que él mismo.
En un comienzo las autoridades de la Torre, el escenario nuevamente elegido para el testeo, se negaron de plano si es que no mediaba una autorización por parte de la policía.
Increíblemente ese permiso llegó y Reichelt pudo llevar a cabo su plan que volvió a terminar de la misma manera que con el muñeco, aunque peor, ya que le provocó su muerte instantánea, el 4 de febrero del año 1912.
Tenía nada más que 33 años para ese momento.
Había nacido en el año 1879.