Egeria ha pasado a la historia por ser la primera mujer religiosa que en el siglo IV llevaría a cabo un largo y heroico peregrinaje, en tiempos donde estas acciones no eran propias del género femenino.
Su largo peregrinar misionero, desde su provincia natal de Gallaecia (Imperio Romano de Occidente), no fue su único y valioso aporte, sino que además, Egeria, o Eteria, como suele aparecer mencionada también, se destacó como una gran escritora, hecho que quedó evidenciado al recuperarse una serie de cartas que escribió durante su viaje
Las destinatarias de las misivas eran sus compañeras religiosas del monasterio a quienes les iba contando todas sus peripecias a lo largo de los tres años que duró su aventura.
Se presume que Egeria provendría de una familia de la nobleza romana, incluso se ha llegado a decir que podría haber sido hija del emperador Teodosio I.
Justamente su posición social, y el apoyo que recibió por parte de personas relevantes, como reyes, obispos, y hasta soldados, son los que le permitieron concretar esta odisea.
Ahora bien, más allá de cualquier apoyo moral y económico que se sabe obtuvo, no se puede soslayar que sin un espíritu aventurero y osado jamás hubiese podido llevar a cabo la hazaña, y ni hablar de la valoración que le reportó más tarde el hecho de ser una mujer la que la concretó
Gracias a sus cartas se supo que visitó lugares como Constantinopla, Asia Menor, Palestina, Jerusalén, Siria y Mesopotamia, entre otros, que recorrió miles y miles de kilómetros, y que el viaje lo realizó mayormente en una mula.
Si bien los caminos por aquel tiempo no fueron un obstáculo para su travesía sí tuvo que sortear el paso por lugares deshabitados, en tanto, las casas de postas y los monasterios solían ser su elección como hospedaje.
Y cuando sabía que atravesaría algún lugar peligroso recurría a sus contactos.
Tuvieron que pasar 16 siglos para que el mundo conociese su historia y fuese destacada como la primera mujer peregrina de la historia
Sus textos permanecieron siglos y siglos en una biblioteca hasta que en 1903 se reconstruyó, a partir de un trabajo de historia, que le pertenecían.
Gracias a ellos se pudo saber las personas con las cuales se encontró en el viaje, los lugares que visitó, y a los que llevó su fe.
Sus textos, que luego se editaron en formato de libro, se erigieron en la primera literatura de viajes de la historia.