La palabra desolación presenta un sentido negativo en todas sus acepciones. Este sustantivo es aplicable a situaciones diversas: como sinónimo de devastación, como sentimiento de desesperanza y como soledad en un sentido profundo.
Se dice que un paisaje resulta desolador cuando ha sido devastado, normalmente por una guerra o una catástrofe. Los restos que permanecen tras un acontecimiento de estas características tienen un aspecto carente de vida y la destrucción es generalizada. Un paisaje, un escenario abandonado o una ciudad sin habitantes tienen una apariencia de desolación.
Otro sentido del término es aplicable a un sentimiento humano. Cuando una persona ha sufrido la pérdida de alguien muy cercano y, en consecuencia, sufre una profunda angustia, se puede afirmar que está desolado, es decir, profundamente triste y sin consuelo.
La soledad es el denominador común de la desolación, ya sea para referirnos a un lugar o a un estado de ánimo de abatimiento. Ciertas patologías mentales conllevan este sentimiento y la más conocida sería la depresión, en la que el individuo se siente desamparado. Algo similar puede ocurrir de una manera colectiva, cuando un grupo de personas comparten una gran decepción (la familia entera vive unos momentos desoladores) o, en un sentido menos dramático, cuando una hinchada sufre las consecuencias de una derrota importante.
En la idea de desolación aquello que se ve afectado se encuentra arruinado y como si fuera un desierto. El desconsuelo que genera esta realidad o vivencia íntima ha sido descrito por algunos poetas, que han intentado profundizar en su significado. Un caso paradigmático es el de la escritora chilena Gabriela Mistral, quien escribió un libro de poemas (titulado precisamente Desolación) en el que describe sus sentimientos de pesar y tristeza profunda a raíz del suicidio de su prometido. Al margen de la poesía, en la Biblia también se hace referencia al sentimiento de desolación, en especial cuando el hombre se encuentra afligido y desconsolado porque cree que ha sido abandonado por Dios. Son muy diversos los pasajes bíblicos en los que se pretende dar consuelo y esperanza a los creyentes para que no caigan en la desolación.
Al mismo tiempo, la desolación implica que una persona, un colectivo o un lugar ha dejado de estar en una situación normalizada y estable. Así, esta idea va acompañada de algún desastre previo que provoca el estado de desolación.