Si alguien realiza una actividad con desgana, falta de interés y apatía, se puede afirmar que su conducta expresa desidia. Este concepto equivale a otros, como dejadez, desinterés, abulia o inapetencia.
Lo contrario de la desidia sería todo aquel comportamiento caracterizado por el ímpetu, la laboriosidad, la diligencia o el celo.
La desidia y la falta de motivación
Cuando una persona tiene la motivación suficiente para realizar una tarea, su compromiso personal le lleva a actuar con determinación y energía. De manera inversa, la falta de motivación desemboca normalmente en comportamientos pasivos y en una escasa eficacia en el resultado final.
La relación entre desidia y motivación es evidente: cuanto mayor sea el estímulo que nos impulsa a obrar, menor será la actitud de desidia.
La ausencia de vocación profesional y la desidia
En la mayoría de actividades profesionales resulta conveniente que se realicen a partir de una vocación interna. Si alguien tiene una firme vocación por una profesión, es muy probable que asuma todos los inconvenientes asociados a su actividad.
En cambio, realizar una actividad sin ningún tipo de vocación conduce inevitablemente al desánimo y la apatía, es decir, a la desidia.
La desidia en los adolescentes y el caso de los ninis
Algunos adolescentes expresan un escaso interés por los estudios y adoptan una actitud perezosa a la hora de afrontar sus proyectos personales. En este sentido, su desidia puede estar relacionada con una actitud vital, con una falta de confianza en sí mismo o con un estado de desmotivación general. En cualquier caso, el adolescente sumido en la pereza y el pasotismo se perjudica a sí mismo.
Los conocidos ninis (jóvenes que ni estudian ni trabajan) son el arquetipo de la desidia. El trabajo no les motiva porque sus necesidades básicas están cubiertas y la posibilidad de estudiar les resulta poco estimulante porque creen que sus opciones de encontrar empleo son escasas. El nini vive «el aquí y el ahora» y no adopta una postura proactiva con respecto a su porvenir. Su apatía y falta de ilusión son los rasgos que definen a estos jóvenes.
El pecado de la pereza
La pereza es una forma de manifestar desidia. Desde la perspectiva de la iglesia católica, la pereza es considerada un pecado capital. En este sentido, la pereza no debe entenderse simplemente como falta de ganas hacia algo, sino que implica renunciar a la propia vitalidad individual y este hecho supone una ofensa a Dios para los católicos.