El desamparo es un sentimiento de desprotección que va acompañado de una sensación de vulnerabilidad, de soledad, de tristeza e incluso de miedo.
Nos podemos sentir desamparados cuando no tenemos a alguien que nos cuide por algún motivo y, en consecuencia, carecemos de su apoyo y cariño.
Este sentimiento produce un desasosiego interior, pues quien supuestamente debería ocuparse de nosotros se encuentra ausente o nos ha abandonado. Quien no se encuentra amparado experimenta una situación de orfandad espiritual, tiene miedo y un profundo malestar y, por este motivo, se dice que está desvalido.
Una de las situaciones típicas relacionadas con sentirse desamparado es la emigración. El emigrante se encuentra en un país extranjero, fuera de su hogar y de su entorno, con una lengua que no es la suya y con costumbres muy diferentes. El impacto emocional puede ser muy negativo, ya que psicológicamente está desarmado y sin el amparo de sus seres queridos.
En la tradición religiosa cristiana existe la figura del Ángel de la Guarda, que ha sido enviado por Dios con el propósito de velar por nosotros y darnos cobijo espiritual. Una de las oraciones más conocidas es, precisamente, la del Ángel de la Guarda, en la cual se afirma literalmente «no me desampares ni de noche ni de día». En esta oración, los cristianos apelan a la protección permanente de su ángel personal.
El desamparo infantil
La desprotección propia del desamparo puede ocurrir en todo tipo de circunstancias (por ejemplo, cuando alguien tiene un desengaño amoroso o ha fallecido una persona muy cercana). No obstante, el desamparo es bastante común en los niños y, de hecho, se habla del desamparo infantil. Hay que tener presente que los niños pequeños dependen totalmente de sus padres. Si por cualquier circunstancia un niño se encuentra solo puede tener un profundo sentimiento de orfandad, creyendo incluso que le han dejado y no le quieren.
En muchos cuentos infantiles se trata el tema de los niños abandonados, donde los personajes se enfrentan al miedo y a la angustia de encontrarse solos. El recurso de este tipo de tramas pretende generar tensión en la narración y, paralelamente, conectar con los más pequeños, que son especialmente sensibles a la amenaza del desamparo.
No hay que pensar que se trata de una situación excepcional o exclusiva de la literatura infantil, pues los niños experimentan esta vivencia en diversos contextos (en la guerra o en ambientes de marginación social).