- Origen
- Dos centauros excepcionales
- Centauromaquia
Los centauros surgen en la cultura griega, y persistirán en la romana. La mayoría de ellos se consideraban hijos de una falsa diosa Hera, creada por Zeus a partir de una nube, e Ixión, el rey de Tesalia. Estas criaturas, que tenían una gran fuerza bruta, vivían aislados en el bosque y las montañas de Tesalia, ajenos al resto de la civilización.
Eran seres lascivos, con unas costumbres rudimentarias y propias de salvajes, como comer carne cruda y tomar vino puro, una bebida tan fuerte que los embriagaba por completo y los hacía enloquecer, volviéndose aún más peligrosos.
Los únicos dos centauros benévolos, hospitalarios y que tenían una buena relación con los humanos, eran Quirón y Folo, las dos excepciones de esta raza; el resto de la tribu era completamente salvaje y mezquina.
Folo mantenía las mismas costumbres que los otros de su especie, como el hecho de comer carne sin cocinar. Sin embargo, tenía un carácter más noble. A diferencia del resto de centauros, él no era hijo de Ixión, sino de Sileno, un sátiro (mitad hombre y mitad cabra) y una ninfa. Que sus padres fueran otros tal vez pudiera afectar a su forma de ser.
El célebre héroe Hércules acudió a la cueva de Folo durante sus famosos trabajos. Le pidió hospedarse con él por una noche y el centauro accedió encantado, acogiéndolo muy amablemente. Le preparó una cena exquisita, y Hércules, que no parecía satisfecho, le pidió que abriera también un tonel de vino. Folo obedeció. Lamentablemente, el fuerte olor que emanaba su vino llegó a la nariz del resto de centauros, que vivían muy cerca. Su obsesión por esta bebida los volvió locos. Asaltaron la cueva de Folo y atacaron a Hércules. El héroe, caracterizado por su desmesurada fuerza, acostumbrado a lidiar con todo tipo de criaturas monstruosas, mató a unos cuantos centauros sin problemas, e hizo huir a los que quedaron con vida. El único que intervino en la pelea para intentar socorrer a Hércules fue el otro centauro más civilizado: Quirón, con tan mala suerte que resultó herido, con una herida profunda e incurable, que le dolería por siempre.
Folo, que no era nada aficionado a las disputas, se mantuvo en todo momento al margen. Sólo intervino al final, para recoger los cadáveres de sus congéneres. Por desgracia, tropezó y pisó con una de sus patas una de las flechas que había arrojado Hércules. Como la flecha estaba envenenada, Folo murió al instante. El mismo Hércules, apenado por todo lo que había provocado, sepultó al centauro en lo alto de la montaña.
En cuanto a Quirón, sabemos que era hijo de Crono y Filira, una de las oceánides. Quirón era el centauro más civilizado e inteligente de todos, considerado incluso un sabio por sus buenos consejos. Tenía además amplios conocimientos, los mismísimos dioses gemelos Apolo y Ártemis le enseñaron la caza y la medicina, y aprendió también de música, pintura e incluso astronomía, por lo que era todo un erudito.
Fue Quirón el que aconsejó a Peleo, el rey de la pequeña isla de Ftía, que se casara con la oceánide Tetis. La pareja tuvo al legendario Aquiles, y cuando el futuro héroe cumplió edad suficiente, sus progenitores decidieron llevarlo con Quirón para que le enseñara todo cuanto sabía. Quirón fue un gran maestro para Aquiles, y le impartió todos sus conocimientos, desde cazar hasta tocar la lira. Educó también a otros héroes, como Jasón o Teseo.
Uno de los episodios más relevantes que conocemos de los centauros, y en el cual no salieron precisamente bien parados, fue el que se conoce como centauromaquia, es decir, la guerra de los centauros contra los lapitas, la tribu vecina, que también habitaba en Tesalia. Dicha guerra se originó en el banquete de una boda, hecho que resulta incluso habitual en la mitología, las bodas siempre traen problemas…
El casamiento en concreto celebraba la unión entre Deidamía y Pirítoo, el rey de los lapitas.
Pirítoo se vio prácticamente obligado a invitar a los centauros. Todo el mundo sabía que aquella tribu de mitad hombres y mitad caballos eran salvajes y groseros, pero el rey lapita tenía lazos de sangre con ellos, y nada podía hacer por cambiarlo, por lo que acabó invitándolos.
La novia, Deidamía, estaba considerada una de las jóvenes más bellas, y cuando los centauros la vieron por primera vez, siendo las criaturas lascivas que eran, no le quitaban los ojos de encima.
Al principio lograron comportarse, la boda se ofició sin ningún percance. El problema vino después, con el banquete, donde evidentemente servían vino, y los centauros, que no tenían freno, estaban ebrios. Uno de ellos, llamado Euritión, intentó propasarse con la novia, incluso raptarla. Esto desencadenó en una cruenta batalla, con muchas bajas.
Los lapitas se proclamaron vencedores, gracias en parte a la ayuda del héroe Teseo, que intervino para socorrerlos.
Los pocos centauros que sobrevivieron a la batalla debieron huir, se exiliaron en el Peloponeso.
En esta escultura en relieve de mármol llamada La Batalla de los Centauros (c. 1493) de Miguel Ángel podemos ver la representación de dicho conflicto, un amasijo de cuerpos retorciéndose, algunos en posturas imposibles, torsiones tan típicamente miguelangelescas.