Hace 2500 años Sócrates expresó una idea que todavía es útil como referencia intelectual: cónocete a ti mismo. Además de conocer cosas diversas, el ser humano se encuentra consigo mismo y tiene una valoración propia. La valoración y percepción personal es, precisamente, el autoconcepto.
Somos un conjunto de elementos y aspectos: un cuerpo con ciertas características, un temperamento, unas habilidades intelectuales y una forma de ser. Todo ello es algo percibido por los demás, pero sobre todo por nosotros mismos, quienes nos otorgamos una autovaloración que, básicamente, puede ser positiva o negativa.
El concepto de autoconcepto se parece a la idea de autoestima. aunque no se trata de dos ideas equivalentes. La autoestima es la capacidad de relacionarnos bien con nosotros, querernos y aceptarnos tal y como somos. En cambio, el autoconcepto es el reconocimiento de nuestra individualidad o, dicho de otra manera, de la propia singularidad.
Desde un punto de vista filosófico, se ha reflexionado sobre el concepto del yo. Hay diversos planteamientos sobre la noción del yo: como una sustancia separada del mundo o como una idea que nos otorga identidad y a la vez nos relaciona con el mundo exterior. La idea del yo filosófico, se ha adaptado a la psicología, que prefiere el término autoconcepto. La psicología evolutiva analiza de qué manera los bebés van creando su propia valoración de sí mismos: reconocimiento de su imagen y conciencia de ser una persona independiente.
El autoconcepto abarca varios niveles del individuo: el intelectual, el emocional ( relacionado con la autoestima ) y el conductual. Se trata de ámbitos distintos que están relacionados. Por ejemplo, con una baja autoestima es muy difícil tener una conducta autónoma y con iniciativa.
El autoconcepto no es una valoración estática y permanente, sino que va evolucionando de forma continua. Con el paso del tiempo la propia percepción y la autovaloración se van transformando porque lo que nos rodea tiene una influencia notable en el análisis que podamos hacer de nuestra individualidad.
En al análisis del autoconcepto, podríamos hacernos una pregunta: ¿ en qué se traduce en la práctica esta idea ? De manera sintética se podría afirmar que se concreta en tres aspectos: 1. La necesidad de tener una valoración objetiva sobre nuestras posibilidades intelectuales y destrezas, 2. La conveniencia de generar confianza en nosotros mismos y 3. La aspiración de sentirnos bien internamente.