Nacido en Honduras pero hecho ciudadano guatemalteco por decisión personal y también un poco mexicano, ya que México fue la patria en la cual residió buena parte de su vida, Augusto Monterroso es uno de los escritores latinoamericanos más importantes del siglo pasado.
Su fantástica repercusión internacional y el hito que supuso haber introducido cuestiones como la brevedad y la ironía, en la literatura de Guatemala, lo han hecho un dignísimo acreedor del mote de escritor original.
Augusto Monterroso nació en la capital de Honduras, Tegucigalpa, el 21 de diciembre del año 1921.
En Honduras transcurriría la primera parte de su vida, su infancia y parte de su adolescencia, ya que a la edad de 15 años se traslada con su familia a Guatemala.
Desde muy temprana edad se vio interesado por la literatura y por ello es que de motus propio procuró acercarse a los clásicos de la literatura, los cuales, claro, le servirían de motor y de inspiración.
A partir del año 1944 y como consecuencia de su ideario político y de su participación en el movimiento popular que terminó con el derrocamiento de Ubico, Monterroso, establece su residencia en México, país en el cual trabajará y vivirá hasta su muerte el 7 de febrero del año 2003.
Aquí, Monterroso, se desempeñó en la Universidad Autónoma de México y también trabajó realizando traducciones para el Fondo de Cultura Económica.
Entre las características más distintivas de sus obras se cuentan, por supuesto la brevedad de los textos que oscilaban entre la fábula, el relato, el ensayo y los aforismos; el sentido del humor; la cuestión de la sorpresa; y las radiografías de las naturaleza humana siempre expresadas desde un ángulo en el que la ironía manda.
Monterroso supo combinar excelentemente bien la sencillez con referencias cultas.
La oveja negra y demás fábulas, publicada en el año 1969, es uno de sus libros más destacados.
Como consecuencia de su aporte fue distinguido en el año 1970 con el premio Magda Donato, en el año 1975 con otro premio destacado, Xaviel Villaurrutia, en 1988 recibió el águila azteca por su aporte a la cultura mexicana y en 2000 le concedieron el premio Príncipe de Asturias de las Letras.