La apóstrofe es una figura retórica del lenguaje que se emplea para dar mayor énfasis a un mensaje. La particularidad de esta figura literaria consiste en que el emisor de un mensaje (escrito o hablado) utiliza la segunda persona para dirigirse a alguien, que puede ser una persona, un colectivo o incluso la personificación de algo inanimado.
Cuando la oratoria tenía un protagonismo en la comunicación, la apóstrofe se empleaba como un recurso habitual del orador. Al utilizar esta técnica, pretendía enfatizar una idea y, sobre todo, conseguir un efecto de cercanía entre el hablante y el público. Como la oratoria dejó de tener protagonismo en la cultura, la apóstrofe se trasladó a la narración. Así, en un poema o un novela la apóstrofe pretende conectar al lector con el texto, de tal manera que las palabras parezcan que van destinadas a alguien en particular.
Otra característica de esta figura es su componente de ruptura dentro de una narración o mensaje. Así, en la apóstrofe hay un cambio brusco en el sentido de lo que se dice o se cuenta, puesto que hay una interrupción repentina a partir de la cual se introduce un mensaje en segunda persona.
Cada figura retórica tiene una función determinada y en el caso de la apóstrofe existe la intención de llamar la atención del interlocutor, ya sea un público o un lector.
En algunos poemas del Romanticismo, se empleaba la apóstrofe para lograr un efecto de intensidad y la exaltación de la emotividad. También ha sido un recurso habitual en la poesía dialogada.
En el discurso político se utiliza como técnica de persuasión. En un medio de comunicación o en un mitin el político quiere conectar con los espectadores y si en el discurso hay una interrupción acompañada de un mensaje directo en segunda persona, en ese momento se emplea la apóstrofe.
En algunos anuncios publicitarios también se recurre a esta estrategia de la comunicación. Pongamos un ejemplo imaginario donde hay un apóstrofe. En un anuncio televisivo de la marca de refrescos Popca aparece el siguiente mensaje: Con Popca, tú puedes. Este sencillo ejemplo nos recuerda que el lenguaje publicitario tiene que emplear las distintas figuras literarias para tocar la sensibilidad del consumidor.
Por último, hay que indicar que la palabra apóstrofe se puede confundir con apóstrofo, que es un signo ortográfico poco utilizado en nuestro idioma (se utiliza, por ejemplo, para reproducir por escrito un error gramatical del lenguaje hablado, ven pa´casa o se ha ido pa´la playa). Apóstrofe y apóstrofo son términos parónimos, es decir, tienen un grafía muy parecida aunque sus significados son totalmente distintos.