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Nació en Toledo. Hijo de Fernando III, alias “El Santo” y responsable de la unificación de los reinos de Castilla y León y de Beatriz de Suabia, nieta de Federico II de Alemania.
Como era uso y costumbre, su infancia no sucedió en la corte, sino que estuvo bajo el control de un millonario noble en Galicia.
Recibió una esmerada formación cultural, hecho que, cuando asumió el trono, quedó en evidencia con sus transformadoras medidas y reformas culturales, que por supuesto impulsaron la difusión de la cultura castellana.
Falleció su madre, acontecimiento que entristeció muchísimo su vida.
Comenzó a ser preparado para reinar tanto en materia militar como diplomática, bajo la estricta supervisión de su padre.
Se acordó su casamiento con Violante de Aragón, hija de Jaime I el conquistador.
Dirigió el ejército castellano que ocupó el reino musulmán en Murcia. Logró para España territorios, fortalezas y rentas para las arcas públicas.
La reconquista de Murcia implicó la finalización del dominio islámico luego de 5 largos siglos. Este evento tan significativo para el por entonces príncipe y heredero al trono generó un vínculo muy especial, de afecto y respeto entre él y los murcianos.
Se casó con Violante de Aragón en la Colegiata de Valladolid. Tuvieron una frondosa descendencia de 11 hijos.
Asumió el trono cuando murió su padre. Tenía por aquel entonces 31 años.
Impulsó medidas de gobierno que beneficiaron al reino en materia económica, cultural y legal.
Autorizó ferias en villas y ciudades que incrementaron el comercio interno.
Actualizó el sistema fiscal y los aranceles aduaneros que le reportaron importantes ingresos a las cuentas de la corona.
Reconoció jurídicamente el Honrado Consejo de la Mesta un órgano que se ocupó de la actividad ganadera.
Se inspiró en el Derecho Romano e hizo compilar textos jurídicos como el Código de las Siete Partidas y el Fuero Real que dominaron la legislación hasta el siglo XIX aproximadamente.
Su apodo del sabio tuvo una justificación: la intención de homenajearlo por su contribución en el campo cultural. Recuperó textos antiguos, hizo la primera reforma ortográfica del idioma castellano que era la lengua oficial del reino, haciendo a un lado el latín; tradujo tratados del árabe y el latín para reforzar el idioma oficial.
Su padre fue quien años antes de su llegada al poder estableció al castellano como la lengua principal y madre del reino.
Por su pasión a favor de la astronomía, mandó a elaborar las tablas astronómicas. Creyó que el movimiento de los astros le anticipaba qué decisiones políticas tomar, por eso procuró interpretarlos.
Intentó conseguir la titularidad del Sacro Imperio Romano Germánico, que consideraba le correspondía por línea materna.
Compitió contra el inglés Ricardo de Cornualles, quien también lo reclamó, sin embargo, los electores de emperador no lograron acuerdo y el imperio permaneció vacante unos cuantos años.
Retomó la lucha contra los musulmanes presentes en Murcia y eso desencadenó la revuelta de los mudéjares.
Se alió con Jaime I el conquistador y lograron detener la rebelión y recuperaron el control.
Pudo tras ese suceso avanzar en el dominio de Murcia para integrarla al reino castellano.
Desestimó toda posibilidad de convertirse en el emperador tras la elección de Rodolfo de Habsburgo.
Comenzó una disputa con la alta nobleza porque esta desaprobó su nueva política de recaudación de impuestos, entre otras medidas.
Renunció a su pretensión del imperio ante el Papa Gregorio X, con quien había tenido también una disputa personal porque quiso tener la potestad de nombrar él a los obispos y por creerse el representante de Dios en la tierra.
Por esta razón la Iglesia le quitó el apoyo para ocupar el trono del Sacro Imperio.
Murió su sucesor y primogénito varón Fernando de la Cerda.
Sus nietos, Alfonso y Fernando de la Cerda, menores de edad, comenzaron una pelea interna por la sucesión del trono con su tío Sancho, quien terminó asumiendo el reino tras el fallecimiento de su padre, y hasta llegó a aliarse con la nobleza que fustigaba al rey para lograr su objetivo.
Falleció en Sevilla, a los 62 años, y sus restos fueron sepultados en la Capilla Real de la Catedral de la ciudad.
Sus últimos años de vida estuvieron marcados por la enfermedad, presuntamente un tumor que le generó fuertes dolores y una deformación facial; también talló en su ánimo y salud la disputa con su hijo Sancho que pretendió a toda costa ser su sucesor.