En ocasiones queremos explicar algo que es complejo mediante un fórmula sencilla y fácil de entender. En estos casos. se dice que se está hablando figuradamente, porque algo ( una figura que puede ser una palabra, un relato o una imagen ) es utilizado para explicar una idea. Esta manera de explicar es una alegoría. Y se emplea porque las ideas no siempre son fáciles de entender, por lo que con una ayuda explicativa las ideas complejas dejan de serlo.
Explicar algo alegóricamente es un recurso didáctico de gran utilidad para que la comunicación sea eficaz. En la antigüedad se empleaba con mucha frecuencia, especialmente en la iglesias donde el arte cumplía una función pedagógica. De hecho, el arte religioso se fundamenta en la alegoría. Muchos pasajes de la Biblia se relatan mediante esta fórmula narrativa. La manzana que probó Adán, la serpiente que tentó a Eva o la Torre de Babel son algunos ejemplos de mensajes e ideas que necesitaban de un soporte válido para ser comprendidas.
Estamos rodeados de símbolos e imágenes que actúan como una alegoría. Una paloma blanca es una alegoría de la idea de paz, el puño cerrado representa la lucha obrera y la cruz es el símbolo de la cristiandad.
El componente racional y a la vez misterioso de algunas ideas ( alma, muerte, virtud y otras ), hace que sea muy conveniente dotarlas de otro aspecto, de una palabra o imagen que las represente.
Hay alegorías en manifestaciones culturales y artísticas diversas. En filosofía, el mismo Platón las utilizó, siendo el mito de la caverna una de las más conocidas ( en un relato de unos hombres encerrados en una cueva se estaba explicando una teoría sobre las ideas ). En literatura, la Divina Comedia es uno de los ejemplos más evidentes. Una de las obras pictóricas con mayor carga alegórica es el tríptico del Bosco conocido como el Jardín de las Delicias.
No hay que pensar que la alegoría sea un medio narrativo o explicativo exclusivo de la antigüedad, ya que seguimos utilizándolas en la actualidad. En el lenguaje publicitario está muy presente. En los anuncios de televisión se intentan vender productos y para hacerlo se cuentan pequeñas historias que, propiamente hablando, nada tienen que ver con el objeto que se pretende vender. El mecanismo del lenguaje publicitario opera con este tipo de figuras, que han demostrado ser útiles para conquistar la voluntad de los consumidores.