Muy probablemente a lo largo de un día escuchemos algún aforismo. Son frases breves que forman parte de la cultura en general. Normalmente, el aforismo suele tener un creador conocido (un filósofo, artista o científico).
No hay que confundir el aforismo con otro tipo de frases: el refrán o el proverbio. Éstos últimos son anónimos y forman parte de la cultura popular. Así, el aforismo es una sentencia culta y el refrán o proverbio no lo es.
La brevedad es una de sus características. Pero tiene, además, otros rasgos. Expresa una idea ingeniosa sobre un tema; puede ser una valoración, una opinión subjetiva del autor pero con un valor singular, pues explica un aspecto relacionado con un tema concreto. Hay aforismos sobre el amor, la vida, el arte y, en definitiva, sobre cualquier ámbito.
Tampoco hay que confundir un aforismo con un axioma; ya que éste último es un principio general de una ciencia y tiene un carácter objetivo, pues es una verdad indiscutibles y fundamental (los axiomas de tipo matemático son los más conocidos).
Un aforismo no requiere de ningún contexto para ser entendido. Se podría decir que es independiente, ya que no es necesario de una aclaración o matización.
Hay aforismos clásicos, que son aquellos que fueron pronunciados por algún personaje del mundo antiguo. Veamos dos ejemplos: «Carpe Diem» (que quiere decir vive el presente y se atribuye al poeta Horacio) o la afirmación jurídica de los romanos «Pacta sunt servanda»(lo pactado obliga). Este tipo de aforismos son frases históricas y que se emplean para adaptarlas a algunas situaciones donde pueden ser ilustrativas (en la película «El club de los poetas muertos» un profesor se dirige a los alumnos con el aforismo Carpe Diem para recordarles que deben aprovechar el presente). Estos aforismos tampoco deben confundirse con las locuciones latinas (grosso modo, a priori, ipso facto, quid y otras muchas), aunque de manera indebida en muchas ocasiones se las considera igualmente aforismos. La diferencia entre ambas sentencias es clara: la locución no tiene un autor conocido y es simplemente un término y, por el contrario, el aforismo sí tiene normalmente un autor y explica una idea de cierta complejidad.
Hay que tener en cuenta que el aforismo tiene la pretensión de enseñar algo. Por este motivo, son muy utilizados en todo tipo de publicaciones, normalmente en una sección que los agrupa por temas.