Se denomina afectividad a las distintas emociones que una persona puede demostrar ante distintas situaciones. La afectividad puede definirse como un espectro de impulsos emocionales imposibles de ser dominados, constituyendo un sustrato que en buena que comparten todas las personas. La afectividad es el terreno de estudio de la psicología y ha sido materia de debate desde antes de ésta, con los primeros planteamientos filosóficos que se dieron al respecto. Con el paso de tiempo se han hecho importantes avances al respecto, asociando distintas áreas del cerebro con los distintos afectos que una persona pueda tener, circunstancia que se logró a partir de la investigación metódica.
El primer aspecto a considerar que debe tenerse en cuenta cuando se habla de afectividad es que esta es imposible de decidirse conscientemente. En efecto, todos podemos dar cuenta de distintas emociones que experimentamos sin que tengamos un control sobre ellas. Estas surgen espontáneamente a lo largo de la vida en las distintas situaciones que nos toca vivir y experimentar. Lo que realmente se puede decidir es la actitud que se toman ante esos momentos de la vida y sobre los mismos afectos que van surgiendo. También es posible realizar acciones que fomenten distintos tipos de afectos. Así, por ejemplo, tomar acciones que beneficien el bien común puede tener como consecuencia un sentimiento de bienestar.
Esta distinción entre voluntad y afectos puede rastrearse desde la antigüedad, pero se desarrolló especialmente en la Edad Media, especialmente en el contexto de la teología desarrollada por Santo Tomás. En efecto, existe en el teólogo la distinción clara entre lo que significa una decisión libre y lo que es una mera inclinación afectiva. Esta circunstancia se debe principalmente a la elucidación de cuestiones éticas. Los afectos pueden variar y estar incluso inclinados a hechos inmorales, pero eso no significa que exista culpabilidad en quien los experimenta en la medida en la que no tomo una decisión libre con respecto a ellos.
Más contemporáneamente, la psicología profundizó en buena medida en estas consideraciones. Por poner un ejemplo el psicoanálisis refiere pulsiones que existen más allá del ámbito de la conciencia, y por ende, de la libertad. Es por ello que suele decirse que un primer paso para resolver cualquier problema en lo que respecta a afectos desordenados es tomar conciencia de éste. En efecto, esta circunstancia hacen posible que se tomen las decisiones necesarias para dar una respuesta a los inconvenientes, movilizando los recursos tanto internos como externos.